Islas Perhentians

Después de Singapur, vuelta a KL. Tramites de visados, papeles y demás y al día siguiente de nuevo en marcha. ¿Dónde ir? ¿Cuál sería el mejor circuito para poder ir a las islas, después a las montañas y finalmente marchar para Tailandia?

Pues bien, después de pensar y repensar, consultar mapas y mapas, de descifrar y memorizar nombres impronunciables, de situar estos en coordenadas a las que saber cómo llegar, al final, después de tanto trabajo, solo pudimos pasar una noche en el destino elegido: Las Islas Perhentians.

Bien, las Perhentians son dos islitas en la costa este de Malasia, arriba al Norte. Están en el Mar del Sur de la China (se traducirá así o al revés, Mar de la China del Sur?, bueno, qué más da!) El solo nombre de Perhentians ya suena como a lugar idílico, paradisiaco, con palmeras y playas de arena blanca, aguas turquesas con atardeceres de foto y días de libro y refresco a la sombra de un cocotero.

Pero ay…, Meeecccc, error! De nuevo el mismo error. Las expectativas, ay, las expectativas!

No importa lo mucho que viajes, o lo poco, siempre ocurre que lo que nos imaginamos previamente sobre un lugar, experiencia, viaje o lo que sea, distorsiona por completo ya de inicio lo que después vaya a venir. Da igual que sea bueno o malo. Al igual que el observador altera la naturaleza de las cosas con su hecho de observar, igualmente la mente altera la percepción de las experiencias por el simple hecho de depositar expectativas, grandes o pequeñas, sobre lo que aun esta por ocurrir.

Y esto nos pasó en las islas. ¿El resumen? Corto, como nuestra estancia. Y lo peor es que siempre acabas cayendo en la misma piedra. La piedra de los sitios turísticos, sobre-explotados, degradados ambientalmente, con un turismo irresponsable y una gestión de ese turismo por parte de los locales aún más lamentable.

Bueno, no me alargaré. Una vez pasado el tiempo ya no me importa tanto. Es parte de los viajes, lugares que enamoran, otros que espantan. Simplemente la experiencia me servirá para que cuando decida en el mapa el próximo destino, aquel que me huela a chamusquina, a encerrona, a jovencitos de UK (o de Ostueilia o de Yuesei), de melenita rubia y ganas de fiesta, a surferos con gafas de sol y tablas chachis, a divers paseando con sus trajes de neopreno y aletas, moviéndose como astronautas por medio de la playa, a Full Moon parties y demás saltimbanquis drogotas, entonces, en ese momento, sabré cerrar el libro y decir: “No, ahí no te toca ir, por mucho que lo diga todo el mundo”. Ay, me estoy haciendo mayor...

Así que dejo pocas fotillos esta vez porque la verdad es que el lugar no nos inspiró en absoluto. Y fue una pena, porque debió ser un paraíso en medio del océano en su momento. Pero de eso, ya debe hacer mucho mucho tiempo.