Wat Doi Suthep, Chiang Mai, Thailand |
Después de casi 2
años aterrizo de nuevo en Tailandia. En unas circunstancias muy diferentes.
Hace dos años, huyendo literalmente de la India, todo lo que me encontré en
Bangkok, punto de entrada habitual, me parecía civilizado, limpio, ordenado. Esta vez, viniendo de España, que es Occidente al fin y al cabo, ha cambiado un poco
mi visión idílica del país. La primera impresión cuenta, pero por comparación, el resultado inicial siempre depende de dónde vengas. Si llegas escapando de
los agobios, de la pobreza y la miseria, del acoso y derribo permanente que nos supuso la India, todo te va a parecer un paraíso. Si llegas de otro lugar bien diferente, a lo mejor la cosa cambia un poco…
Al entrar en
Tailandia por Hat Yai, volví a escuchar sonidos, ver imágenes y respirar olores
que me resultaban lejanamente familiares. Tailandia huele a chili, a pancake
dulce, a shake de mango o satroberiii (así lo pronuncian) en cada esquina.
Tiene gusto azucarado y amargo a la vez, pero siempre, y cuando digo siempre es siempre, picante. Tailandia suena
ruidosa y amable, es caótica y ordenada, es limpia y sucia, todo lo bueno y lo malo cabe aquí en este país. Un sonido estruendoso de una
tuk tuk escupiendo humo por su tubo de escape por cualquier calle, la armoniosa melodía
de esas mujeres thais vestidas como muñequitas candy candy, susurrando casi vergonzosas por su Smartphone a la última. Miles de perros abandonados por la calle, medio locos a la caza de un motorista extraviado en el lugar equivocado, a la vez que otros cientos de ellos vestidos orgullosamente por sus dueños con lacitos y camisetitas horteras. Y también puede resultar contradictoria, cuando ves decenas de monjes por la calle
andando descalzos a las 6 de la mañana pidiendo que les llenen sus cuencos de arroz, y despues a las 3
de la tarde te los encuentras hablando con su Samsung Galaxy, tomándose un
Frappé Cappuccino o observándote con sus ojos detrás de unas Rayban a la última. Lo cortés no
quita lo valiente…
Y los thais, tan tímidos, tan sonrientes,
mirando curiosos a los farang (así nos llaman a los extranjeros aquí), que vamos de aquí para allá y de allá para acá, con la casa a
cuestas, cargados con enormes mochilas, una delante y otra detrás, preguntándose extrañados, ¿de dónde vendrán estos? ¿Para qué viajan aquí? ¿Qué es eso de viajar?
… ¿Fuera de tu país, de tu provincia, de tu región, de tu distrito, de tu
barrio? ¿Por qué y para qué?, se deben preguntar. Nosotros a veces también...
Así que aquí estoy, buscando en esta zona del mundo un
presente, un futuro, una oportunidad…
Espero encontrar aquí
aquello que he venido a buscar, aunque no sepa todavía con exactitud, qué es lo que es...
Mientras tanto,
seguiré descubriendo esta increíble parte del mundo, tan lejana y desconocida
para nosotros, paisajísticamente, culturalmente, mentalmente, moralmente, todo-aquello-que-se-te-pueda-ocurrir-mente…
bien! por fin alguien que confiesa q compra música sin saber qué compra!
ResponderEliminarOye se te está poniendo cara de niño bueno? o era el miedo de recibir tremendo collejón del "de atrás" ??
MeriPoppins
Es que a Lord Buda hay que guardarle sus respetos...
EliminarY siemopre he comprado musica sin saber de que iba el rollo, de hecho de joven me compraba LPs (Long Plays) cuandi me gustaba la portada o el nombre del grupo, cuanto mas ingles y mas raro mejor