26 enero 2012

Perito Moreno, un sueño Patagónico

Patagonia. Tierra de sueños y de leyenda, de conquistas y aventureros. El solo el hecho de pronunciar ese nombre, emociona por sí solo. En seguida me vienen a la memoria los gauchos, las estancias, el ganado, los indios yamanes, la colonización, el Canal del Beagle, Charles Darwin, los Glaciares, el Campo de Hielo, las ballenas, la Tierra del Fuego, la Ruta 40, el Cerro Torre y el Fitz Roy, el estrecho de Magallanes, el faro del fin del mundo, Ushuaia, la Antártida tan cerca… Por cada mito encontrado, siempre hay otro igual o mayor que lo supera. Haces tu lista mental de lugares, de recuerdos y de sensaciones, y cuando crees que ya no te quedan más, aparece otro y te preguntas, ¿pero cómo podía habérseme olvidado?

Es casi imposible elegir un lugar preferido de una tierra donde todo ya de por sí, es extraordinario. Sería un pecado, una falta de respeto para el resto quedarse con uno solo. Me cuesta elegir, estaría hablando sin parar de un sitio, para darme cuenta acto seguido que me habría olvidado injustamente de otro. Sin embargo, de todos los lugares que visité en esta increíble tierra, y todavía quedándome muchos por visitar, hay uno que se me quedó grabado a fuego en mi memoria. ¿El motivo? Sencillo y complejo a la vez. Fue la primera vez que lloré de emoción al contemplar un lugar tan bello. ¿El nombre? Sin duda, el Glaciar Perito Moreno.

Hace unos años hice uno de los primeros viajes de esos soñados largamente: Argentina. Aquí otra vez nos asaltan los tópicos: El tango, el dulce de leche, los taxistas filósofos, el rio de la Plata, los boliches, Buenos Aires, La Boca, Maradona… Al llegar a la Patagonia, todo esto cambia un poco. Te das cuenta de cómo en casi todos los países, la gran ciudad y capital suele monopolizar estos tópicos en su propio beneficio, escondiendo que existe otro país bien distinto más allá de los confines de la fagocitadora macro-urbe y que vive muy alejado de la imagen que el turista y extranjero se ha hecho del país sin aún haberlo visitado.

A pesar de que hoy en día la Patagonia está muy turistizada y cada vez más explotada, es imposible que ante tamaña enormidad, ante esta belleza, ante esta obra de arte de la ingeniería y arquitectura natural, uno no se quede abrumado en una primera visita, y más si aún ésta dura tan solo un suspiro…

Una estancia patagónica
Cómo se alimenta a un guanaco
Dulce de glaciar...
Al visitar por primera vez el Glaciar Moreno, en la curva de los suspiros, así llamada por los suspiros, los “ohhhhhhh” que da la gente al ver esta maravilla por primera vez, yo también suspiré, lloré y pensé: "Si mañana tuviera que morirme, después de ver esto, lo haría tranquilo, muy tranquilo…"

Después de 5 años volví, sin tantas prisas como aquella primera vez, con tiempo para disfrutar y relajarme, para repetir incluso. Yo sabía que necesitaba vivir aquello con calma, procesarlo, interiorizarlo, contemplarlo y experimentarlo plenamente. Así que con tiempo disponible, no me conformé con ir a una excursión de día, sino que también me lancé a explorar el interior del Glaciar, en una caminata increíble de 4 horas, en las que el sentimiento de pisar el Perito Moreno, ni más ni menos, me llevó alucinado como si caminara levitando dos palmos por encima del hielo, ensimismado, apenas notando el crujido de los crampones cuando rompía el suelo y a veces oyendo y siendo asustado por los chillidos del glaciar. Miraba a un lado y a otro y solo veía grandeza, kilómetros y kilómetros de hielo, formas imposibles, canales de agua,  azules claros, azules intensos, blancos deslumbrantes, toda una gama de colores indescriptibles que me sumió en una especie de borrachera y somnolencia difícil de explicar. Pensaba que en los 30 kilómetros de largo y 5 de ancho por los que se extiende el glaciar cabían como tres ciudades de Barcelona juntas y me hizo sentir por un lado pequeño y débil ante la grandeza de la Naturaleza, pero por otro fuerte y orgulloso por haberla conquistado con el simple hecho de caminar sobre su superficie.

La curva del "ohhhhhhhhhhh"
¿Qué más puedo decir?
El Perito y yo
Parece aquí al lado y aún faltaban unos 10 Km....
El acercamiento se hace en un barquito
¡Mi foto más preciosa!
Después, terminada la excursión y de vuelta en el barco hasta El Calafate, esa misma somnolencia volvió cuando me tomaba el clásico vasito de whisky on the rocks, remojado con hielo del glaciar junto con mis compañeros de caminata. Viendo alejarse sus paredes y sus témpanos desprendidos en el lago, ese Lago Argentino de color azul lechoso que los locales llaman con gracia “dulce de glaciar” en clara alusión al dulce de leche, me sentí feliz y triste a la vez. De nuevo el Perito desaparecía detrás de mí, como si todo lo vivido hubiera sido un sueño, quedándose allí, inmóvil e inmutable.

Inmensidad...
¡Paredes de 80m de altura!
Es indescriptible ver caer un trozo de glaciar...
Témpanos. Todo aquí es de dimensiones extraordinarias
La foto de rigor en las pasarelas
Vamos hacia adentro
¡Azul!
Ríos y cascadas en el interior
¡Hay que abrigarse!
Soledad...
Belleza...

¡Cuidado con esa grietaaa!
Caminando
¡Ojoooooo!
Han pasado casi dos años y no se me borra de la memoria aquellos dos días en el Perito, uno de los pocos lugares en el mundo al que siempre quiero volver, del que nunca me canso y donde siempre tengo una siguiente visita pendiente…  ¿Será en 2012?

Formas imposibles...
Saliendo
¡Hasta pronto amigo...!
Todos los derechos protegidos por CopyRight
Texto: ©Iñaki Barettini
Fotos: ©Iñaki Barettini (inakibarettini@hotmail.com)

2 comentarios:

  1. Espectaculares las fotos, se me ha puesto la carne de gallina!!! Ojala pueda verlo algun dia...

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  2. La veritat és que espero en candeletes el moment d'anar-hi. Però, de moment, la cosa queda aparcada. El teu apunt només fa que em sembli imprescindible. Gràcies per compartir-lo!

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