23 febrero 2016

Budismo, más allá de la religión


El Budismo es una parte fundamental de la historia y de la cultura del continente asiático. La realidad es que ni soy ni pretendo ser ningún experto en la materia (solo faltaba...) y que la información que tengo aquí consiste en una mezcla de lo que hemos ido aprendiendo estos años, y de otras fuentes como libros leídos, películas y documentales vistos, pero sobre todo en mayor medida de lo vivido en directo en nuestras experiencias viajando y también viviendo largas temporadas en estos países.

En primer lugar, decir que el Budismo no es una religión, al menos tal y como nosotros, los occidentales entendemos el concepto de religión. No existe un Dios creador, hacedor de todas las cosas y del Universo. Buda no es considerado como tal por sus seguidores, sino más bien un maestro del cual entender y de quien aprovechar sus enseñanzas. En el ideario budista, el concepto de Dios como ser supremo hacedor de todas las cosas no existe. ¿Cuáles pueden ser las razones?

Hay una que es muy importante a nuestro entender. Es una forma de pensamiento ante la vida muy distinto al nuestro. Ellos no se plantean preguntas del estilo ¿quién creó a la humanidad, las cosas, el mundo, los animales y las plantas y cuando ocurrió esto? Preguntas filosóficas del estilo “¿Quiénes somos?”, “¿De dónde venimos?”, “¿Para qué estamos aquí?”, “¿Cuál es el sentido de la vida?” y otras muchas, no tienen sentido en su concepción mental. Desde su ideario, simplemente aceptan que las cosas, esto es todas las cosas, que ya estaban allí cuando ellos llegaron y que no se cuestionan. Todo lo que existe es permanente y atemporal,  siempre ha existido y siempre existirá y no le ven ningún sentido a preguntarse el por qué y el para qué de esta existencia eterna, o si esta tiene un principio y un final, o de si tiene o no tiene sentido. Las cosas simplemente son. ¿Sencillo, no? Pues la verdad es que si, demasiado sencillo para nosotros. Por contra, a ellos también les parece que somos nosotros lo que lo complicamos todo. Y puede que no les falte razón.

Así que a las primeras de cambio ya tenemos el primer choque cultural o de conceptos o como le queramos llamar. Porque resulta que todas esas preguntas que a nosotros nos han llevado de cabeza desde el inicio de los tiempos, y que han generado guerras por las diferentes ideologías, filosofías y religiones de unos y otros, a los budistas parecen importarles bien poco. Así de claro.
Pero ¿quién fue Buda? Buda fue una persona de carne y hueso, al menos eso dice la leyenda. Fue el hijo de un rey indio, nacido en Lumbini, al sur de lo que hoy es Nepal, hace más de 2.500 años. Durante los primeros años de su juventud, el príncipe Siddaharta Gautama, que es así cómo se llamaba en su nombre original, vivió rodeado de lujos y de una vida alegre y sin preocupaciones. Su padre, el rey Suddhodana, estaba obsesionado con que su hijo no conociera las miserias de la existencia como el hambre, la pobreza, la enfermedad o la muerte. Hasta el punto en que poco menos que le recluyó entre las paredes de su palacio y rara era la vez que le dejaba salir más allá de sus dependencias. Cuando esto ocurría, disponía lo que hiciese falta para que su hijo no viera las calamidades de la vida, así que el día en que Siddaharta salía por ahí (que era muy de vez en cuando), el rey daba orden a todos sus siervos para que se encargaran de limpiar las calles de mendigos, enfermos o ancianos. Así eran las cosas en aquella parte de la India de hace 25 siglos.

 El caso es que Siddaharta un día, es posible que un poco preocupado o sospechoso por una situación un tanto extraña,  se escapó por la noche del palacio sin avisar a su padre y fue ver que descubría por su cuenta. Fue entonces cuando tropezó uno por uno con un enfermo primero, y un viejo y un pobre después. Sorprendido, a todos ellos preguntó qué les pasaba, ya que les parecían personas muy raras dado que las que él acostumbraba a frecuentar eran todas personas jóvenes y bellas en la flor de la existencia. Una vez que le fue revelado el secreto y la realidad de las cosas, Siddaharta se apesadumbró tanto por esta "revelación", que decidió abandonar su vida superficial y de lujos y se hizo asceta. Esto le pasó a la edad de 29 años. Se cuenta que durante 6 años, hasta cumplir los 35, se torturó a base de no comer, de no tener deseos, de no hablar y de pasar el día quieto y meditando bajo los árboles, predicando la austeridad y el autocastigo corporal y de espíritu como camino para llegar a comprender la verdad y experimentar y descubrir cuál era el verdadero sentido de la existencia.
Al cabo de todos esos años y viendo que tampoco así encontraba el camino por el hecho de predicar y practicar estos sufrimientos, entendió que ninguna de las situaciones extremas que él había vivido y conocido le llevaban al entendimiento y al encuentro con la verdad. Cuenta la leyenda que Siddhartha se pasó muchos días meditando bajo el Bodhi Tree, una clase de árbol sagrado hoy plantado en todo templo budista, dispuesto a no levantarse de allí hasta que no alcanzara la comprensión de la vida. Esto ocurrió en Bodh Gaya, una ciudad de la India al noreste del país, entre Calcutta y Varanasi, hoy uno de los 4 lugares sagrados y de peregrinación del Budismo (junto con Lumbini, donde nació, Sarnath, donde dió su primer sermón y Kushinagar, donde murió). En Bodh Gaya Siddhartha Gautama alcanzó la iluminación o Nirvana y pasó a partir de entonces a convertirse en Gautama el "Buda", que significa literalmente, en sánscrito, el iluminado, el que está despierto, aquel que ha alcanzado el entendimiento.
Despierto porque alcanzar la iluminación para el Budismo es el objetivo final de la vida, el Nirvana, el despertar. Para despertar lo fundamental es darse cuenta y aceptar que la vida es sufrimiento y que lo que nos lleva a ese sufrimiento es el deseo. Deseo de cosas, materiales y espirituales, deseo de tener, de hacer, de vivir eternamente, de no morir, de no aceptar nuestro destino. Deseo que no cesa nunca y que hace que nuestra mente corra como un caballo desbocado al que no podemos detener ni seguir, ni siquiera agarrar un poquito sus riendas, durante toda nuestra existencia.
Para tratar de detener, o la menos de poder cabalgar ese caballo loco de la mente, Buda propone la llamada "Middle Way", es decir, una vía intermedia entre los dos extremos que él había experimentado en su vida. Ni tanto ni tan poco, ni la vida superficial y de lujos de un príncipe, ni tampoco convertirse en un ermitaño en lo alto de la montaña comiendo un grano de arroz al día. Y esta vía de en medio, esta alternativa se rige por lo que el llamo los 8 nobles principios. A saber: comprensión correcta, pensamiento correcto, hablar correcto, actuar correcto, un medio de vida correcto, esfuerzo correcto, ser consciente del momento o auto-consciencia correcta y concentración o meditación correcta.

Suena bien, ¿no? Pues si la verdad, pero claro, ¿cómo se aplica algo que parece tan genérico al día a día? ¿Qué es por ejemplo eso tan etéreo de "actuar correcto"? De cómo se interpretan e "implementan" estos principios en la rutina diaria de las personas es la base sobre la que se han formado las distintas ramas del Budismo. Las dos principales y que más seguidores tienen son la Mahayana y la Theravada, algo así como Católicos y Protestantes en el Cristianismo aunque con reservas, ya que no podemos ver al Budismo como una religión.

A nosotros todo esto nos parecía algo complejo de observar o percibir las diferencias, pero habiendo conocido países de las dos ramas del Budismo, llegamos a algunas conclusiones de cómo la forma de ser de la gente viene determinada por estas diferencias o quizá al revés, cómo las diferentes interpretaciones de las enseñanzas de Buda, ha influenciado en la forma de ser de estas personas en uno u otros países. Hoy en día el Budismo Mahayana se practica en Nepal, el Tíbet, China, Japón, Corea, Vietnam y Taiwán, y el Theravada fue el que se expandió por el Sur de India y Sri Lanka y de ahí al Sudeste Asiático (Birmania, Tailandia, Laos y Camboya). Se podría decir, a nivel geográfico, que el Mahayana es el Budismo del Norte y el Theravada es el del Sur. Quizá sea mucho generalizar...Dejaremos para una próxima entrega las diferencias entre estas dos interpretaciones y en cómo afectan unas y otras al modo de ser de la gente de estos países.

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