Salàs de Pallars, un lugar en el mundo

Hace muchos años, cuando estaba de moda ir a ver películas de cine "intelectual" no sé cómo fui a ver una de aquellas películas raras que daban en los Multicines de Bilbao. De esas que empezaban a las 10 y media de la noche y la ponían en la sala más pequeña de todas. Después, lo mejor era cuando escuchabas a la gente entendida hablando de la peli en cuestión y soltaban aquello de “la película es buena, eso sí, lo mejor es que tiene muy buena fotografía". Aclaración, gente entendida: dícese de aquellos sujetos o sujetas que visten chaqueta de pana, gafas de pasta y barba de 3 días (las sujetas sustituyen la barba por medias estilo Caponata) Se apoyan ladeados en la pared y te miran a los ojos condescendientes y murmurando una especie de “mmmm eso ya lo sabía yo”. Si además la película era argentina y apenas entendías a los boludos lo que decían (algunas llevaban subtítulos!), pues todavía mejor.

Bien, que me desvío. Una de esas películas, como iba diciendo, tenía un título muy sugerente: Se llamaba "Un lugar en el mundo", tuvo muy buena crítica y en ella trabajaban Pepe Sacristán y Federico Luppi. Casi nada. Apenas recuerdo el argumento, pero creo que la cosa iba de encontrar ese sitio, ese lugar, ese peazo de trozo de cacho de suelo (como diría un granaíno conocido mío) en el que te sientas en paz, relajado, en comunión contigo y con el mundo. Ese lugar en la tierra en el que no haya un desajuste, un desfase, una sola maldita onda electromagnética díscola vibrando a una frecuencia diferente a la tuya que te moleste y donde tan solo el hecho de dejarte llevar por sus calles, plazas o alrededores te haga sentir en paz con el resto del universo.

Pues bien, después de casi (o sin el casi) 20 años, creo haber encontrado ese lugar. Este lugar cumple todos los requisitos para ser realmente lo que es. Aparece por casualidad, sin que lo buscaras, en un momento de tu vida en el que estás más centrado en otras cosas, porque realmente ya has abandonado la búsqueda y simplemente te dejas caer en un sitio donde no te moleste mucho al sentarte. Pues así es, este lugar, del que ya no había esperanzas de encontrar, del que ya abandonaste su búsqueda hace tiempo, aparece así, tímido, sin hacer ruido, inocente, sin pedirte nada a cambio, sin pretensiones. Poco a poco te va agarrando, te va convenciendo, se apodera de tu mente y de tu alma hasta que una luz o una vocecita interior te dice: ¿Ves?¿Te acuerdas? Esto era lo que buscabas. Aquí está tu sitio. Y es así como ha ocurrido. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se ha ido ganando mi confianza, he ido conociendo sus lugares, sus rincones, su gente, su hablar, sus costumbres. Ahora ya forma parte de mí, ya no puedo dejarlo, olvidarlo, obviarlo. Puedo marchar ahora, pero sé que he de volver, porque aunque de momento este lugar no me permita quedarme, sé que mi sitio esta aquí, no sé cuándo, si dentro de 5 meses, 5 años o 50. Pero he de volver. He de seguir recorriendo sus caminos, hablando con sus gentes, escuchando los silencios, respirando sus aromas. He de volver porque ya una parte de mí se quedó allí, aunque no haya pasado ni un año, es como si hubiera estado aquí toda una vida, quizá en otras vidas.

Supongo que era de todo esto de lo que iba aquella película, Un Lugar en el Mundo, hace más de 20 años...

Salás de Pallars, un lugar en el mundo. Mi lugar en el mundo.