07 junio 2010

Argentina: y III. El Corazón Partío...


Bueno, voy a terminal la trilogía ya, me lo pide el cuerpo, aunque no puedo asegurar que en el futuro no existan epílogos, "remakes" o simplemente cuartas o quintas partes, tipo la amenaza fantasma y cosas de esas... Aunque de momento, esto es el final...

Pues estaba en Córdoba, metido en un taxi camino de la terminal de ómnibus, (vamos a ver... ¿de cuántas formas es posible llamar en Argentina a un autobús!!!??....micro..., colectivo..., ómnibus..., bondi..., combi...dios...!, queda pendiente que alguien me aclare las sutiles diferencias entre cada una de ellas..., por favor...). Bueno, estaba diciendo lo del taxi, esto es, estaba con con mi amigo Lucas, despidiéndome desde fuera y yo medio tonto con un esbozo de lagrimilla cayendo por mi mejilla derecha. Me disponía a comenzar el último tercio de mi viaje, sin yo saberlo aún, de eso me daría cuenta más tarde, pero sí, mi tercera y parte final. ¿Por qué será que cuando lo hemos pasado tan bien, lo que viene a continuación parece que no sea nunca suficiente? ¿Estaba condenándome de antemano a ya no disfrutar igual, sabiendo que difícilmente se repetiría lo vivido anteriormente...? El caso es que mi llegada a Mendoza me dejó en un estado un poco melancólico. La ciudad es preciosa, pero me pareció fría, no llegué a conectar con ella, ni con la gente que por allí me encontré. Si, si, ya sé que seguro que se debía a mi estado de ánimo post-euforia, pero el caso es que así fue... Por tanto hice un par de excursiones sin pena ni gloria (a pesar de que en una de ellas estuve contemplando el Aconcágua, ni más ni menos..., desde una posición privilegiada...!) y me dije que a otra cosa...Siguientes destinos fueron San Juan y La Rioja, visité dos maravillas como el Valle de la Luna y Talampaya, pero....el caso es que no me encontraba.... Me costaba rodarme, como ese equipo de fútbol que ya lo ganó todo y ahora cualquier cosa le sabe a poco. ¿Será posible? Lo peor es que sí, que lo era...Volví, por azares del destino, a Salta de nuevo. Quería pasar a Chile, al desierto de Atacama, y el mejor paso me dijeron que era por ahí, paso de la Jama se llama... Pero agua...!, había perdido ya mi magia y mi suerte (esas pérdidas, con el tiempo, dieron incluso más valor a todo lo ocurrido anteriormente y al viaje a su conjunto). Como por un mecanismo natural indiscutible, toda la dicha y suerte vivida, tanto disfrute, pues quiso la naturaleza compensar tanta positividad, digo, con algo de negatividad..., por eso de mantener a raya a no se qué ley física sobre el orden y el desorden, el caos y la entropía...El caso es que peor no pudo salir la cosa. El día que me disponía a ir a Atacama, los chilenos, en mitad del partido cambiaron las reglas de juego (algo habitual que ocurre en todo el mundo menos en nuestra "civilizada"sociedad) y cerraron el paso (los muy cabrones...). Total que a 4.000 metros de altitud, un frío de muerte y 7 horas para llegar hasta allí, media vuelta y otras 7 horas después (con una más de regalo debido a pinchazo de rueda en el...micro, bondi, omnibús?...) de nuevo en Salta, sin cenar, cabreado y sin plan...! Estamos jodidos tío...!

Los días siguientes intenté recuperar la paz interior que me había abandonado, decidí volver a Tilcara, hermoso pueblito de artesanos con una onda muy especial. Volví a recuperar (un poco) de calma y decidí llegar hasta Bolivia a través del paso argentino de La Quiaca. Allí me reuniría con la chica de Bilbao de nombre impronunciable (Goiatz) que vivía en Cochabamba para visitar el salar de Uyuni, un increíble desierto de sal, el más grande del mundo, con no sé cuantos miles de kilómetros cuadrados y unos paisajes asombrosos...! Pude recuperar entonces en estos últimos días un poco de la serenidad y sensaciones que había creído perdidas, aunque no pude sino también decepcionarme con el carácter de los bolivianos, un poco cerrados y demasiado acostumbrados al turismo fácil...Bueno, pensé, todo no puede ser.

Sensación ya de final, vuelta a Buenos Aires y dos días magníficos con mis amigas porteñas, Sole y Caro. Con más calma, esta vez sin tanto agobio de visitar lugares sino más bien de descansar y disfrutar de los pequeños momentos, los cafés, los paseos, las charlas...Y una terrible nostalgia de ver como poco a poco el tic tac del reloj marcaba implacable la hora de salida de mi vuelo de regreso, más que una fría fecha y una hora, yo sabía que era algo más. Significaba un final de algo, un punto de no retorno en mi vida, una consciencia de que nada sería igual ya a partir de ese momento...

Cuando mi avión despegó, ya era de noche, en el primer sobrevuelo a la ciudad, iluminada con millones de pequeñas lucecitas, pensaba dónde quedaban todos esos momentos vividos, en qué lucecitas estaban en ese momento cada uno de mis amigos y amigas, esas personas que me acompañaron, con las que reí, conversé, lloré, grité, salté... Me quedé con una sensación agridulce, de alegría y tristeza a la vez, con lágrimas de ilusión pero también de pena, con el alma y el corazón dividido, una parte de él ya irremediablemente abandonado en esta tierra de pasión, ilusión y esperanza...

Antes de viajar por segunda vez a Argentina solía decirme a mi mismo que nunca repetía viaje a un país..., hay tantos lugares en el mundo que conocer, y somos tan efímeros...! con Argentina me salté esta especia de "regla" por primera vez...Creo, estoy seguro, de que no será la última...

Gracias a todos, de verdad, os quiero!

1 comentario:

  1. Me gusta mucho esa sensación de puedo hacer lo que quiera, que ahora mismo llevas encima, parece que estas borracho de ella, e incluso me siento un poco contagiada por ella, gracias!

    Un besazo!

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