De todos los
Parques Nacionales que hay en España y de aquellos que he podido visitar,
Timanfaya es realmente único. Primero porque choca con los preceptos que uno
pueda tener sobre lo que es un Parque Nacional. No te podías imaginar, antes de
conocerlo, que pudiera haber un espacio con tal alta graduación de protección
(Parque Nacional amigo, ¡nada menos!) en el que, en todo el parque no haya ni
un solo árbol, ni una sola gota de agua o ni rastro de vida animal mas allá de
insectos o algún lagartillo como especie más evolucionada.
Nuestro concepto habitual cuando vamos a lugares como Ordesa, Picos de Europa,
Aiguestortes o Doñana suele ser justo el contrario. Cascadas, ríos, agua,
verde, montañas, bosques, animales, aves, vegetación. ¡Vida! Pero no, mira por
donde nada de esto tiene que ver con Timanfaya. Y piensas que igual esto sea un
bluf, una forma de atraer el turismo como otra cualquiera, una concesión a las
islas Canarias, donde en tan poco espacio tienen nada menos que cuatro de estos
Parques Nacionales tan difíciles de “conseguir" (no hay más que verlo:
Catalunya y Aragón, con todos los Pirineos en su "territorio" tienen
solo uno cada una; el País Vasco, una maravilla única de la Naturaleza, parques
Naturales muchos, pero Nacionales, ¡ninguno!)
Pues bien, vete cambiando el chip. Olvídate de románticas cascadas, de azules
lagos glaciares, de sarrios correteando alegremente o de bosques de robles
centenarios. Aquí veras otra dimensión de la Naturaleza que pocas veces habías
pensado. Aquí los ríos son de fuego, los verdes campos son grises y negros
mares de lava. Aquí los azules y los verdes se han transformado en los negros
de las rocas de basalto, en los ocres y marrones de los azufres, los rojos óxidos del hierro... Y justo en el momento en que asimilas esos contrastes,
esos colores, esos océanos de lava, ese paisaje inerte y primitivo, es cuando
redescubres el lugar. Tu mente de repente asume la nueva idea, y acepta que la
belleza tambien se esconde en los parajes desolados, en las tierras yermas sin
apenas vegetación, en los gigantescos estropicios provocados por las fuerzas
internas de la Naturaleza. Caminando entre enormes campos de lava no haces sino
darte cuenta una vez más de lo frágil de nuestra condición humana. Un quejido,
un temblor, una erupción bastaría para borrarnos de un plumazo. Millones de
bloques de piedras nos sepultarían decenas de metros, o si por suerte consiguiéramos
escapar, daría igual ya que toda la tierra quedaría muerta durante milenios,
incapaz de volver a generar vida, plantas, aves, frutas, animales, ¡nada!
La visita al parque en si te da una primera impresión, aunque bastante limitada
ya que está restringida a llevarte en bus por ciertas zonas, sin poder bajar
del mismo y con bastante gente. Pero si quieres profundizar un poco más en
sensaciones, en colores, en paisajes, déjate perder por los pueblos de Yaiza o
Tinajo, sube a algún volcán (la subida que hicimos de 4 horas ida y vuelta a
Caldera Blanca desde Tinajo fue genial, las fotos hablan por sí solas), tomate
un menucito en un restaurante local, la economía local te lo agradecerá (probar
el Bar La Mareta en Tinajo, un menú fenomenal por 9 euritos con canticos
regionales de postre), piérdete entre la lava del camino de El Golfo, llegando
a playas de arena negra, vete a los Hervideros, donde la lava llega al mar y al
no poder ya avanzar más, el agua erosiona las rocas con fuerza, golpeando e
"hirviendo" el agua en una marea de ida y vuelta sin fin. En fin, mil
cosas para hacer en este tremendo lugar. Al final te darás cuenta de que lo de
Parque Nacional lo tiene bien merecido.
Tambien nos habrá servido quizá para romper barreras y descubrir que hay muchas
formas de Naturaleza dignas de ser conocidas, reconocidas y por ello protegidas.
Todas estas sensaciones me han quedado al visitar durante estos días esta zona
suroeste de la isla de Lanzarote. Buen viaje a Timanfaya!, la Tierra de Fuego de este lado del Atlántico.
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Jameos en el interior de las coladas de lava |
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No son ni estalactitas ni estalagmitas, sino estalofitos (creo) |
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Preciosa cresta |
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También de César Manrique |
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Pobrecillos, en el Sahara solo llevaban a un pasajero cada uno... |
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En el primer volcán |
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Ahi estoy, minúsculo en el centro |
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Inmenso segundo volcán, montaña Caldera |
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Oceanos de lava mires donde mires |
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Increible! |
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El volcán chico visto desde el grande |
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Es la misma rubia de todos los viajes... |
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Los hitos se camuflan entre la lava |
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Viendo como sobrevivir entre los mares. Soy un lobo de lava |
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Y que no falte el Aloe Vera |
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